Fuera está oscuro y nieva.
František Kaláb está sentado en su oficina y se ríe a carcajadas.
¡Qué cosa tan cómica!
Un expediente con el número de registro a la izquierda en vez de a la derecha y con un cuño equivocado.
František Kaláb se atraganta con la risa .
No le falta sentido del humor.
Pero basta de diversión.
Hay que registrar el expediente recibido, por más ridículo que parezca.
František Kaláb coge el matasellos con la fecha.
Ya son casi las diez.
Es que hoy se ha entretenido un poco.
Con cuidado, pone el matasellos y se alegra de que le haya quedado tan impecable, como si estuviese bordado: 24 de diciembre.
24 de diciembre, -"esta fecha me recuerda algo"...
František hace memoria.
¿Qué pasa un día como éste?
No hay nadie en la oficina a quien poder preguntar, hoy todos se han apresurado en volver a casa.
¡Ajá!, quizás lo confunde con el 24 de noviembre, el día de informar del número de impresos necesarios para el año próximo.
¡Un día muy importante!
Pero no,
el 24 de diciembre tiene que ver con su vida privada.
Incluso le recuerda los años de su infancia.
František Kaláb suspiró.
En un primer momento teme que se le esté olvidando alguna obligación.
Siempre ha estado orgulloso de que nunca le hubiesen podido reprochar nada.
La verdad es que hoy no tenía por qué retrasarse tanto si no quería.
Sin embargo, había que ordenar los archivos después de todo un año.
Algún día tendría que hacerse, así que por qué no hoy.
¿Tal vez por ser ese 24 de diciembre?
František se abrigó y reflexionó.
Después se puso el sombrero.
En ese momento se dio cuenta.
Como si el sombrero contuviese la respuesta a su pregunta.
El 24 de diciembre es Nochebuena y la gente se regala cosas.
¡De qué manera haría hoy František Kaláb feliz a su mujer!, eso era un misterio.
¿Qué tal llevarle el expediente con el cuño equivocado para que ella también se riese?
František Kaláb comprende muy bien que no puede regresar a casa.
František actúa en consecuencia.
Abre la puerta de la caja de caudales y saca del penúltimo fichero una botella de coñac francés reservada para ocasiones especiales y para los inspectores.
Un momento después ya está sentado en su Octavia y se dirige a la ciudad de Benešov a una considerable velocidad.
De repente, gira bruscamente.
Se encuentra en medio de una cantera abandonada y cubierta por la nieve.
Es una noche gélida.
El paisaje es desapacible, pero František sabe que esta noche no encontrará ningún lugar más apacible.
¡Si no estuviera tan solo!
De pronto, decide emprender una desigual batalla contra su deprimente soledad.
Se tira en la nieve y empieza a hacer con mucho empeño un muñeco.
La nieve liga perfectamente y el trabajo va sobre ruedas.
Incluso mientras puede pensar en otras cosas.
Cuando el muñeco de nieve ya está en pie, llega el turno del coñac.
De repente, František se siente bastante bien.
Ya no sabe por qué se encuentra allí, en una vieja cantera, y no tiene nada claro quién es el muñeco de nieve.
Mira fijamente su blanca cara, está tan hinchada y es tan inexpresiva...
De pronto, František identifica al muñeco con su jefe.
Rápidamente hay que tratar de quedar bien con él.
František informa de que va a organizar un fuego y murmura algo sobre el ramaje.
Entonces se echa a correr hacia un bosque cercano.
Intenta atinar dos veces, pero a la tercera se pierde entre los árboles.
Más o menos una hora después consigue regresar por la carretera nacional, sucio y sudoroso, con los brazos llenos de maleza.
Coloca la madera a los pies del muñeco y saca del bolsillo algunos de los expedientes que acostumbraba llevar a casa, porque le encanta ponerles el cuño antes de dormir.
Rocía el ramaje y los expedientes con los restos del coñac y les prende fuego.
Y mientras tanto mira con disimulo a su "jefe" para ver si, al menos por un momento, desaparece de su rostro esa expresión de indiferencia.
Sin embargo, en su cara blanca e hinchada no hay ningún vestigio de agradecimiento ni síntoma alguno de un inmediato ascenso.
La maleza empezaba a crujir y el fuego se expandía poco a poco.
El muñeco se inclinó ligeramente hacia un lado.
A František Kaláb le invadió la felicidad y echó más ramaje.
"El jefe se inclina por mí", murmuró.
Quería aprovechar la situación para mencionar su lento ascenso en el oficio.
Lo tenía todo pensado.
Quería mencionarlo sólo de paso pero, a la vez, subrayarlo con algún gesto.
Pero el coñac, que parecía ser su amigo, lo traicionó sin avisar.
El gesto le salió mal y František se cayó en la mitad de la frase.
No se dio cuenta de que había tirado al muñeco - y que su jefe se estaba derritiendo en el fuego.
Estaba tumbado en el suelo y a sus espaldas escuchó un extraño zumbido.
Supuso que era una víbora y se quedó sin moverse unos diez minutos.
Cuando por fin se atrevió a levantarse advirtió de inmediato que su jefe ya no estaba.
Comenzó a correr por la cantera de un lado a otro.
Se dio cuenta de que el fuego se había apagado y de que en el medio de las ascuas tan sólo quedaban los exiguos restos del muñeco.
El pánico se apoderó de él.
Se puso a correr para conseguir los primeros auxilios para su "jefe".
O por lo menos, los segundos.
Vagó durante algunas horas por la cantera y se perdió definitivamente en la oscuridad.
Al día siguiente encontraron su Octavia en la cantera abandonada.
Algunos pasos más adelante, los restos medio quemados de algunos expedientes confidenciales.
Nadie supo dar una explicación.
Nadie sabe que así tiene que terminar toda persona que olvida que es Navidad.