CHESGA

Střela

(La bala)
¡Qué balazo! ¡Y justo a mis espaldas! Crucé volando un pasillo estrecho y me encontré sobre el campo de batalla. Resplandecí al sol -es que soy de bronce-.
Lo tenía claro: debía volar siempre pa'lante y no podía... sí, desviarme. Era justo en primavera y el aire era muy guay... A una colega mía la dispararon a la lluvia ¡y de qué mala gana fue! Pero el destino es así. Mi destino tenía un casco gris en la cabeza. Me marcó el rumbo y entonces volé... y el aire era tan guay, hacia sol, en fin, como para una excursión.
Y mientras vuelo, entonces, de repente, paso ante un tipo... como diría... podría estar muy bueno... pero ya hacía mucho que no se afeitaba y estaba lleno de polvo. Algo en mí empezó a decir: chica, ése era el tuyo. ¿Y ahora qué? ¿Regreso? No soy un bumerang. Seguí volando.
Qué aire tan guay hacía, sólo que yo seguía pensando en ése - ya sabéis, el que podría ser un bollazo pero que no se afeitaba. Pues ése, al que pasé de largo. A lo mejor lo consiguió otra. Como se me pasó esto por la cabeza, empecé a tener celos. Algo me arrastraba a ese tío bueno polvoriento. ¿Sabéis?, era terrible. De repente empecé a sentir que era él. Y que tal vez otra lo había conseguido. Inútilmente me repetía que seguro que otro me estaría esperando... ¡No esperaba!
En ese momento volaba al lado de un pinar y caí en la cuenta de que me había perdido. Ya sabéis, una bala perdida es la que tira toda su vida por la borda.
Y en eso, detrás del bosque habían remolcado una especie de carro y encima de él mantas y ropa...y al lado del carro se tambaleaba un niño pequeño. Me di cuenta de que había llegado mi oportunidad. Ya me sentía un poco débil, pero reuní todas mis fuerzas para no seguir siendo una solterona. Pero ya era tarde.
Tan sólo me di un golpe contra una olla de hojalata estaba atada al carro- y me desplomé. Justo a los pies de aquel chiquitín. Entonces él me recogió torpemente del suelo y sonrió. Todavía estaba tibia...
© Susana Sotelo Doco, Universidade de Santiago de Compostela