Quizás os hayáis fijado en que en ninguna casa de Praga cuelga una placa conmemorativa con la inscripción: aquí vivió y trabajó Neptuno Kadeřábek y, sin embargo, Neptuno Kadeřábek vivió.
Y trabajó.
Alguna vez.
Aparte de eso, Neptuno Kadeřábek fue un ladrón.
En realidad, su padre nunca fue astrónomo pero -como se suele decir- lo intentaba.
Conocía bien las constelaciones, creía en los cometas y llegó a abofetear a un hombre por haber asegurado que Saturno no se podía ver a simple vista.
El 23 de septiembre de 1896, o sea, exactamente cincuenta años después de que el francés Le Verrier descubriese el planeta Neptuno, el viejo Kadeřábek se convirtió en padre.
Así se decidió el nombre del recién nacido.
Neptuno Kadeřábek sobrellevaba su nombre a duras penas aunque podía estar contento de que Le Verrier no hubiese descubierto, por ejemplo, Andrómeda, pues Andrómeda Kadeřábek -estaréis de acuerdo- no quedaría bien.
Precisamente por culpa de su nombre, Neptuno se convirtió en ladrón.
Desde su juventud tuvo que apartarse de la gente para escapar de sus burlas y en su interior iban creciendo numerosos complejos.
Escapaba de la gente y del trabajo también.
Robaba porque de algo tenía que vivir.
Así, un día que vagaba por las calles, vió de repente a un hombre menudo, decentemente vestido que llevaba un vistoso paquete colgado de un hilo de seda.
- "Debe de ser un ricachón que lleva un buen regalo para sus nietos", pensó Neptuno.
"Veremos qué es eso tan bonito que lleva".
¡Ras-ras!, el hilo está cortado y Neptuno Kadeřábek esfumado.
Llegó a casa sofocado.
Hacía ya varios años que Neptuno, sin darse cuenta, había superado récords de velocidad en trayectos de diversas distancias.
Incluso una vez corrió un pequeño maratón cuando robó una oca en la empresa estatal de Libuše.
Nunca fue consciente de su punto fuerte y por eso fue Emil Zátopek quien veinte años más tarde ganaría algunas medallas para nuestro país.
Neptuno colocó el paquete sobre la mesa pero no lo desenvolvió.
Fue a prepararse un café.
Le gustaba el suspense.
Cuando terminó el café, empezó a abrir el paquete lentamente.
Bajo el primer papel de seda había otro, algo más grueso y luego, otro más.
Después de quitar también éste, Neptuno Kadeřábek juró en voz alta.
En el paquete sólo había papeles, cuidadosamente ordenados y escritos con primorosa letra.
Pero eso no era lo peor, aún no había visto la portada.
La portada con el título ¡NO ROBARÁS!, novela de un ladrón, escrita por Václav Vladivoj Kincl.
Neptuno se sintió engañado, humillado, timado e incluso robado.
En un arrebato de furia, quiso llevar el asunto a la policía pero al final pensó que el escritor probablemente ya se habría perdido en el bullicio de la gran ciudad.
De Praga quiero decir.
Aquella noche se pudieron oír en el piso de Neptuno unos sonidos insólitos.
El ladrón Kadeřábek lloraba.
¡Si al menos esa estúpida novela no se titulase No robarás!
¡Si se llamase No dirás falso testimonio contra tu prójimo!, al menos así no sería tan humillante.
Durante algunos días, Neptuno Kadeřábek intentó olvidarse del decisivo manuscrito pero claro, una novela... eso no es una deuda.
A Kadeřábek le invadió la sensación de que no podría robar nada hasta que no terminase de leer la novela.
No sospechaba que después de haberla leído, menos todavía.
Si lo hubiese presentido, no lo habría hecho.
No robarás, novela de un ladrón de V. V. Kincl era una triste historia de un ratero sinvergüenza que, de no haber sido huérfano, habría robado a su propio padre.
¡Y cómo acabó!
Acabó siendo ahorcado en la ciudad de Meziříčí en medio de la plaza y sólo allí, junto a la horca, se arrepintió. Demasiado tarde.
Neptuno Kadeřábek se inquietó.
Perdió la confianza en sí mismo.
Ante sus ojos veía continuamente al ladrón de Kincl gritando en la horca: ¡Por qué escogí el camino del crimen!
En vez de: ¡Por qué me deje capturar! -como hubiera sido de esperar-.
Esta sorprendente exclamación fue lo que más le impactó a Neptuno de todo el libro.
Tras haber leído el manuscrito, Neptuno Kadeřábek decidió convertirse en un ciudadano honrado.
No robaría -como decía V. V. Kincl- sino todo lo contrario. Se convertiría en un escritor como V. V. Kincl y escribiría unas novelas tan hermosas como él.
Compró lápiz y papel y se puso a escribir.
Se sentaba horas y horas hasta que llegaba la noche, pero no le salía nada.
Estuvo mordiendo el lápiz casi hasta comérselo, así que tuvo que comprar uno nuevo, pero nada de nada.
Una noche le besó la musa.
Cogió el lápiz y escribió:
NO ROBARÁS
NOVELA DE UN LADRÓN
NEPTUNO KADEŘÁBEK
Luego tiró la portada de la novela de Kincl y añadió la suya al manuscrito:
NEPTUNO KADEŘÁBEK
NO ROBARÁS
NOVELA DE UN LADRÓN...
Luego se quedó pensando y tachó el subtítulo Novela de un ladrón. Eso sobra. Después se dirigió a la editorial donde entregó el manuscrito.
Cuando después de algunos meses abrió el primer ejemplar de la novela No robarás, murmuró emocionado: "¡Y luego dicen que uno no se gana la vida de manera honrada!".